Los buenos propósitos – Segunda Parte

Los buenos propósitos

El proceso del cambio

Llegados a este punto ¿Dónde estás? ¿Te planteas que quieres cambiar? ¿Te has planteado las metas que deseas alcanzar? ¿Has puesto una fecha para empezar a cambiar o lo ves como algo lejano? ¿Te sientes con fuerzas para iniciar el cambio? Cuando te hablas a ti mismo, ¿dices algún día cambiaré, deseo cambiar, pero no sé cómo, quiero cambiar, pero se me hace muy cuesta arriba, siento que puedo cambiar o voy a cambiar y sé cómo lograrlo? Ver el problema como un enemigo al que vencer puede ayudarte. 

Responder a estas preguntas es algo imprescindible si deseamos alcanzar nuestros buenos propósitos. Para facilitarte el trabajo, toma papel y lápiz y sígueme en este proceso del cambio

Los buenos propósitos

Definir el problema

Seguramente tengas muy claro cuál es el problema, pero definir bien todos los factores es fundamental. Escribe en una hoja todo lo relativo al problema. Para ello, te recomendamos que respondas algunas preguntas clave, siguiendo la lista de Gallego (QQPPCCCD). 

Los buenos propósitos
  • Qué: qué problema tienes. Evita suposiciones o creencias cuando definas el problema. Describe de manera “impersonal” el problema (evitando las emociones y sentimientos). En general, piensa en cómo describiría el problema un científico, basándose en evidencias observables. 
  • Quién: Quienes afectan directamente sobre mi problema y a quienes le afecta. A veces nadie afecta sobre el problema, pero se ve afectado por el mismo. Por ejemplo, en el caso de un adicto a las máquinas tragaperras, nadie afecta a su problema, pero sí que su familia se ve afectada por la adicción.
  • Por qué: Puede resultar difícil al principio responder por qué tengo este problema. Para ayudarte, puedes plantearte varias soluciones:
    • Curso del problema: Me refiero a ¿Cómo ha oscilado históricamente mi problema? Es decir ¿cuándo empezó? ¿siempre ha tenido la misma gravedad o ha ido oscilando? ¿Fue de menos a más? ¿Ha habido momentos mejores? ¿Cuándo? ¿Y momentos peores? ¿Has tratado de resolver el problema previamente? En caso afirmativo ¿Qué resultados obtuviste? ¿Qué funcionó y qué no? Tras fracasar previamente ¿Cómo te sentiste?
    • Antecedentes y consecuencias: Es difícil que un problema se de sólo. Muchas veces se encadenan dificultades, habiendo situaciones antecedentes y consecuencias del problema. 
  • Para qué: Resulta curioso, pero los problemas sirven para algo. Tal vez nunca te lo hayas planteado, pero saber para qué usas o te sirve un problema te permitirá enfrentarlo. 
  • Cuándo: Muchas veces el problema no está presente en todo momento. Hay situaciones en que el problema es peor. Es necesario conocer cuándo estamos mejor y cuándo no, cuándo podemos dominarlo y cuándo no. Es en estos detalles que encontramos soluciones sencillas. Por ejemplo, alumnos que se esfuerzan en una asignatura y no en otras. 
  • Cuánto: Conocer cuántas veces se da el problema es imprescindible de cara a plantear metas y soluciones. Antes de un proceso de cambio sería necesario conocer lo que llamamos “línea base”, es decir, el punto de origen. Así podremos ir valorando los cambios que se vayan produciendo gracias a las soluciones que iremos usando. Para conocer mejor el problema puedes ver las siguientes características: 
    • Frecuencia: La frecuencia podemos valorarla usando una agenda ¿Con qué frecuencia tienes el problema? ¿Siempre? ¿Más los fines de semana? ¿Cuándo estás de vacaciones? ¿Por la mañana o por la tarde? 
    • Duración: Para conocer la duración puede usarse un reloj. Cuándo aparece el problema ¿Cuánto dura? ¿Minutos, horas, días? ¿Es algo constante? 
    • Intensidad: Resulta interesante graduar la intensidad. Usamos una escala de 0 a 5, por ejemplo, en que 0 sea mínima intensidad (y malestar asociado) hasta 5, que es el máximo de intensidad. Cuándo aparece el problema ¿qué intensidad presenta? ¿Tiene siempre la misma intensidad o puede cambiar? Si cambia ¿Qué provoca el cambio?
    • Cantidad: A veces es lo mismo que la frecuencia. Consiste en ver la cantidad del problema. Hay que usar medidas concretas como kilos, hojas estudiadas, vasos bebidos, exámenes aprobados, horas de estudio, etc. 
  • Cómo: Se refiere a cómo aparece el problema. También podemos ver cómo nos afecta, especialmente a nivel emocional. 
  • Dónde: Existen problemas que se dan en espacios concretos. Valorar la ubicación puede ser interesante para conocer los motivos por los que se da allí y no en otros lugares. 

Para que resulte más sencillo recabar toda la información, puedes rellenar una tabla como la que aparece a continuación. Así lograrás definir mejor el problema.

Vamos a ir viendo un ejemplo, para aclarar lo pasos.

El Sr. M. define su problema como “Suelo decir muchas palabrotas”. 

Este problema no está bien definido. Le falta concretar. Respondamos a las preguntas usando la siguiente tabla

Preguntas El problema
Qué Las palabrotas que digo. He visto que suelo decir con frecuencia “XXX” y “YYY”. Son las más frecuentes y las que menos me gustan
Quién Yo digo muchas palabrotas. Que los demás las digan no me molesta
Por qué Siento que no controlo mi lenguaje, y temo que un día se me va a escapar una palabrota delante de un cliente o mi jefe y puedo tener problemas (ya me pasó una vez y me llamaron la atención)

Me pongo nervioso, a veces tartamudeo, en situaciones de estrés me cuesta encontrar la palabra concreta, y recurro a las palabrotas

Para qué Creo que las palabrotas son molestas, dan una impresión fea de una persona, denotan mala educación, son vulgares. 

Suelo usarlas como muletilla, cuando no encuentro otra palabra

Cuándo En la oficina, a medio día (temprano no suelo decir palabrotas), si me pongo nervioso o estresado

En otros sitios apenas digo palabrotas

Cuánto Me parece un problema serio. Ya me ha llamado la atención un jefe y no quiero que vuelva a pasar
Cómo Sin darme cuenta, me quedo sin palabras y recurro a una palabrota
Dónde Claramente en el trabajo

En nuestro ejemplo, el problema del Sr. M. es: que dice varias palabrotas (“XXX” e “YYY”), en la oficina, con más frecuencia a medida que el día va a avanzando o cuando está nervioso, delante de clientes y los jefes, y que lo hace porque no encuentra la palabra al estar estresado y que las usa como una “muletilla”, qué muchas veces no se da cuenta, que sabe que las palabrotas dan una mala impresión y que pueden provocarle problemas laborales. 

Continuara… No dejes de ver las actualizaciones en nuestro blog.

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