Los niños, saturados de actividades extraescolares, ven como el poco tiempo libre del que disponen deben emplearlo en tareas muchas veces inútiles, repetitivas o que requieren la supervisión de un adulto. Los adultos a su vez no quieren dedicarles a los hijos tiempo libre que consideran que debería de trabajarse en clase. La consecuencia es que ni los padres ni los hijos desean hacer tareas escolares.
Entonces, retomando el tema, ¿debemos erradicar totalmente los deberes de la lista de actividades de nuestros hijos? Personalmente creo que no. Los deberes han de estar acordes con objetivos pedagógicos.
Los deberes son imprescindibles, siempre y cuando como decimos, cumplan determinados objetivos pedagógicos. ¿Cuáles? Aquellos que sean útiles para cada alumno. Por ejemplo, una tarea monótona y repetitiva carecerá de utilidad en niños con altas capacidades. Proyectos que complementen el temario resultarán complicados para aquellos niños que padezcan dislexia, por ejemplo. Por ello, los deberes ahora deberían de individualizarse, y aportar aquello que en clase no puede ofrecerse.
Benjamín Bloom, a mediados del siglo XX organizó una taxonomía, una clasificación de los objetivos de la educación. Consideraba que existían 6 niveles de desarrollo cognitivo, y que estos se apoyaban unos sobre otros. Estos niveles eran:
Dentro de cada nivel ofrecía numerosos objetivos. Estos objetivos deberían ser los que cubrieran los deberes escolares, adaptados por ejemplo al desarrollo de los alumnos y a sus propios desarrollos.
Joseph Renzuli, a finales del siglo pasado, comentaba que los deberes escolares debían ofrecerse libremente a los alumnos, y siempre cubriendo 3 niveles:
Esto favorecería que la mayoría de los alumnos realizan tareas que son de corta duración y sencillas, acordes a su implicación, pero que también habría espacio para tareas más complejas, donde los alumnos se implicaran más. Evidentemente esto favorecería una motivación mayor hacia determinadas tareas, fomentando más lo que Howard Gardner denomina las “inteligencias múltiples”.
En conclusión, los deberes escolares son necesarios y suponen la posibilidad de fomentar capacidades, desarrollar habilidades y aportar conocimientos que tal vez en clase no se podrían potenciar. Evidentemente alcanzar esto supone en primer lugar aceptar que cada niño tiene una necesidad educativa personal.
Por otro lado, cambiar la idea industrializada de la educación: permitir integrar más a cada alumno en contextos enriquecedores personalizados para su desarrollo, y distanciarse de las editoriales como únicas entidades con capacidad de ofrecer conocimiento a los alumnos.
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