¿Son necesarios los deberes?

¿Son necesarios los deberes?

¿Son necesarios los deberes?


La cuestión que hoy vamos a afrontar está de moda, pero es un tema que frecuentemente ha amargado a los alumnos y preocupado y estresado a los padres: los deberes escolares.

 

Un breve inciso histórico


Las tareas para casa son un tema relativamente actual. En las escuelas de hace un siglo, era raro que un maestro mandara tareas para casa, al menos no como hoy se realizan. ¿El motivo? Los chicos al salir de clase quedaban muchas veces sin vigilancia, en el caso de los más pequeños, o debían participar de las tareas del hogar, en el caso de los más mayores. Sea como fuere, los maestros sabían que los alumnos no realizarían las tareas.

Se unía además la precariedad y ausencia de material escolar, del que solo se disponía en el centro escolar. Resulta pues ridículo pensar que se pediría a los niños realizar ejercicios cuando no tenían, por ejemplo, libretas donde realizarlos. En el mejor de los casos las tareas para el hogar se restringirían a la observación de algún suceso meteorológico o natural, o a la reflexión de algún tema moral, por ejemplo.

Esto cambiaba, claro está, en las familias adineradas, en que los escolares acudían a centros privados o incluso contaban con maestros a domicilio. En esos casos, de familias más pudientes, sí que disponían tanto de tiempo como de recursos, y los maestros mandaban algún complemento, sobre todo de cara a desarrollar una labor más memorística, que en la clase no se podía desarrollar.

 

Mediados del siglo XX


Con los cambios sociales y demográficos del siglo XX, el número de escolares fue aumentando paulatinamente, y tras la Guerra Civil Española el acceso a las aulas era masivo y obligatorio. Eso supuso un aumento del “ratio”, la relación número de alumnos por maestro. Como consecuencia, por un lado, se organizan las aulas por edades similares para facilitar la manera en que se impartían las materias, y por otro mandar complementos a las lecciones que, por haber tenido el maestro que atender a muchos alumnos, no se habían visto en el centro escolar. Esto además porque los escolares por la tarde ni tenían que trabajar y además contaban casi en todos los casos de material escolar propio: libros, libretas, plumillas, tinteros, etc.

Este plus educativo no se consideraba malo en las familias, es más, en caso de no mandar deberes se criticaba al maestro que era “demasiado blando”. La tendencia, sin embargo, ha ido variando, hasta la actualidad, en que son más lo que piensan que los escolares no deberían tener deberes.

 

Cambios sociales


Una vez más, los motivos sociales están tras este cambio. Mientras que en la época de mediados del siglo XX ningún o casi ningún niño tenía actividades por la tarde (una vez más las familias pudientes difieren de la mayoría y seguramente “carlitos” tendría clases de piano a domicilio, por ejemplo), en la actualidad es raro el que no tiene 1 o más actividades extraescolares cada tarde.

Además, a mediados del siglo pasado, la estructura familiar era diferente: mayor número de hijos, madres que no trabajaban, otros familiares con una presencia habitual, personal de servicio, etc. En esos casos, los deberes cumplían la doble función de educar y completar la formación y, mantener a los niños ocupados y así controlados.

Así, el aumento de la carga de actividades extraescolares y el cambio en la estructura familiar son las principales causas del deseo de evitar las tareas escolares.

 

La labor del maestro actualmente


A este respecto, un mero apunte a la labor del maestro. El maestro, antes de comenzar el curso escolar, debe de organizar su asignatura, ver qué temario se va a impartir, qué objetivos se persiguen, cuantas pruebas de evaluación ha de llevar a cabo, qué dificultades puede encontrar, cómo va a repartir el temario en función de las horas lectivas semanales y a lo largo del curso escolar, etc. Todo esto debería quedar recogido en el proyecto curricular o proyecto formativo.

Lamentablemente, la mayoría de los maestros no tienen la libertad para realizar este proyecto por sí mismo, al verse, o bien supeditados a un Departamento que lo organiza, o en el peor de los casos supeditados a una directiva del centro escolar que les impone una editorial a seguir. En el caso de que sea el departamento el que organiza el proyecto, al menos ofrecerá un apoyo a las dificultades diarias que surjan al profesor.

Por A o por B, las editoriales actualmente se han convertido casi en las directivas de la educación. Como consecuencia, algunos maestros se han acomodado y siguen los mandatos de las editoriales, impuestos en los libros sin desviarse ni un ápice.

La consecuencia es que no ponen en juicio lo que los libros imponen, y como los libros imponen cumplir un temario, el temario debe darse, y si no hay tiempo para cumplirlo o en el libro dice que se deben de realizar determinadas actividades, se ordenan como deberes para casa. Sin embargo, esto es matar moscas a cañonazos.

Ojo, no criticamos a los maestros pues muchas veces se encuentran en tierra de nadie: por un lado, el centro escolar, por otro, los padres. Y ellos solos antes los niños sin el apoyo de nadie. En una sociedad cada vez más compleja, en que todos los padres saben más que ellos gracias a “San Google” y con niños con cada vez más problemas. Eso sí, se echa de menos la labor educativa de aquel maestro de pueblo que podía con todo.

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