¿Seguimos ahumándonos?

Día Mundial sin Tabaco

El día 31 de mayo se celebra el “Día Mundial sin Tabaco”, y es un buen momento para reflexionar acerca de la situación.

Provengo de una familia en que se ha fumado siempre: mi padre pipa y puros, mi madre cigarrillos. Así que, desde que llevaba pañales he respirado humo. La probabilidad de caer en el tabaquismo era elevada. Después de encenderle cigarros a mi madre, empecé de manera oficial a los 15 años, para ir aumentando el consumo paulatinamente. A los 17 fumaba una cajetilla diaria y era un fumador consumado. Y seguí hasta los treinta y pico. Me costó dejarlo, pero fue de las mejores decisiones de mi vida. Para ser un buen ejemplo para mis hijos, y sobre todo por mi salud. 

He conocido todo tipo de marcas, y he visto como las leyes se iban endureciendo, en la misma medida que el tabaco se ha ido encareciendo. Pero ahora, veo con horror como han entrado en el panorama los nuevos cigarrillos, los electrónicos y los vapers. 

Antes de ver el panorama actual, aclaremos algunos términos. El tabaco tiene su origen en América del sur. Antes del descubrimiento del nuevo mundo por Colón, su consumo ya estaba muy extendido: prioritariamente fumado, aunque también se masticaba o ingería, se usaban en emplastos o en enemas. Proviene de la planta Nicotiana Tabacum, y tiene diversos efectos, en función de la forma de administración y la cantidad: a dosis pequeñas, los efectos son principalmente relajantes y sedantes, mientras que en dosis elevadas es un estimulante. El tabaco se suele secar, cortar y tratar, en función del consumo: tabaco de pipa, tabaco para liar, puros y otros cigarros sin filtros y el cigarrillo. 

Desde que fue comercializado en Europa en el siglo XVI, su consumo ha ido en aumento a nivel mundial, produciéndose en numerosos lugares. Desde hace décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) viene advirtiendo del peligro que supone para la salud el consumo de tabaco: diversos cánceres, aumento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y respiratorias y otros problemas. Para controlar el consumo se han implementado leyes y estrategias, como la total prohibición en espacios cerrados, no poder publicitarlo, no mostrar a personas consumiendo tabaco, etc. 

Si bien el consumo se redujo en la década pasada, actualmente está en auge. Y es que, a lo largo de la última década, han surgido nuevas formas de consumirlo. Por ejemplo, los calentadores de tabaco. Son pequeños artilugios tecnológicos que calientan pequeños cigarrillos sin filtro (el tabaco que usa tiene una preparación distinta al del cigarrillo tradicional). Se supone que, como el tabaco no se quema, sino que sólo se calienta, es más “inocuo”, puesto que no hay monóxido de carbono. Para mí, es una forma de limpiarle la cara al tradicional cigarrillo, puesto que parece más moderno y menos peligroso. Además, como no suelta humo, se puede fumar sin tantas limitaciones como el cigarrillo en espacios cerrados. Pero, es un cigarro, con nicotina, que es la sustancia que resulta adictiva y que además es más perjudicial.

Otra forma que se ha popularizado son las cachimbas. Provienen de oriente y de áfrica. El nombre se debe al artilugio. Se ubica el tabaco bajo una pastilla de carbón que lo quema. El humo se aspira, pasándolo por agua. Esto “refresca” el humo. Muchos jóvenes asocian el frescor del humo con la idea de que no es malo, y se equivocan. Otro aspecto que atrae a los jóvenes, que son los consumidores principales, es que suele consumirse en grupo, por lo que es un acto social. Sin embargo, la forma de fumar resulta muy perjudicial, puesto que se hace por medio de inhalaciones muy profundas. Otro aspecto negativo es que el tabaco que se usa está a ojo del usuario, sin una medida estándar o marcada, por lo que puede ser poco o mucho. Además, el tabaco que se usa puede ser de baja calidad o peligroso. Es raro que se adquiera en estancos, sino que muchas veces se adquiere en tiendas ilegales o bazares.

En último lugar, pero es el uso más extendido y peligroso, están los cigarrillos electrónicos. Estos dispositivos, usualmente conocidos como “vapeadores” o simplemente “vaper” (en relación al vapor que exhalan) se comercializan de numerosas formas: con y sin nicotina, recargables o de usar y tirar, con numerosas formas, colores e incluso sabores. En una sociedad adicta a la tecnología, en especial entre los jóvenes, resultan como flores de colores llamativos para las abejas. En un principio, la comercialización se basa en que poseen menos cantidad de nicotina que los cigarros tradicionales, que son menos dañinos al no tener filtros o quemar el papel, que no se inhala monóxido de carbono o alquitrán. 

Entonces ¿Por qué son peligrosos? Para los fumadores, porque siguen ingiriendo nicotina. Para los no fumadores, jóvenes normalmente menores de edad, el riesgo radica en que normalizan una conducta que a la larga los llevará a consumir nicotina. Todo está diseñado para atraer: los colores, los tamaños, los sabores, el que desprenden mucho vapor pero que huele bien (frente al humo del tabaco), que no deja colillas, que se puede consumir en interiores, etc. 

Además, frente al tabaco tradicional que cuenta con cientos de estudios que demuestran los efectos negativos, los nuevos dispositivos vapeadores, que incluyen una sustancia denominada propilenglicol, apenas hay estudios. Esta sustancia, derivada del glicol y por ello del petróleo, es legal y está muy extendida actualmente en muchos alimentos. Si bien existen estudios que dicen que no es dañina, sería necesaria más investigación, sobre todo en lo referente a los efectos a medio y largo plazo. 

Lo que está claro es que, el consumo de tabaco sigue moviendo millones de euros, y que, no parece que vaya a desaparecer en breve. Ahora bien, resulta indispensable ofrecer a los jóvenes una información veraz, y hacerles ver el daño tan grande que consumirlos les puede provocar. 

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