¿Es necesario ofrecer una educación emocional a los niños?

¿Es necesario ofrecer una educación emocional a los niños?

Al participar recientemente en una escuela de familias, me plantearon cuál era mi punto de vista respecto a la necesidad o no de desarrollar una educación emocional específica para los jóvenes. 

Antes de abordar la pregunta, resulta interesante razonar sobre las emociones, su origen y su función. 

Vamos a pensar en un ejemplo. En este ejemplo nos encontramos trabajando en el jardín, arreglando una planta, recortando tallos y desbrozando malas hierbas. A lo largo de este trasiego una araña se sube hasta el dorso de la mano. Nuestra piel es un entramado de receptores sensoriales de calor y frío, torsión y presión. Estos receptores son tan sensibles que son capaces de percibir el peso de la araña y los mínimos movimientos de esta sobre el dorso de nuestra mano. Esta estimulación de esos receptores se transmite hasta la columna vertebral, donde se interpreta, de manera inconsciente como una posible amenaza, provocando de manera involuntaria la retirada de la mano. Esto es un acto reflejo, que evita que la araña en este caso pueda picarnos o hacernos daño. Pero la señal sensorial táctil sigue ascendiendo por la médula hasta llegar a varias regiones cerebrales, como el tálamo y la amígdala. Es en este segundo nivel en que aparece la primera respuesta emocional. En este caso, podría parecer una respuesta de miedo o de asco o incluso sorpresa. Estas son emociones básicas. Pero la señal sensorial no se acaba ahí, prosigue su camino hasta áreas corticales donde se hace una integración de toda la información y, de manera consciente, tenemos una completa experiencia sensorial y emocional. Esta experiencia es mucho más duradera y se denomina sentimiento. En este caso podría ser de aversión o incluso fobia; también terror o una curiosidad aún mayor. 

Repasando brevemente este ejemplo, vemos 3 procesos que son la sensación, la emoción y el sentimiento. La sensación es bastante involuntaria y a veces inconsciente. La emoción es consciente, suele ser más personal y dura pocos minutos. Finalmente, el sentimiento es muy particular de cada persona y puede durar un lapso de tiempo superior.

A través de este ejemplo se puede entender que las emociones tienen una función de adaptación al medio en que vivimos, facilitando el aprendizaje.

Otra de las funciones fundamentales de las emociones es facilitar la relación y la comunicación. Por ejemplo, la comunicación no verbal es sobre todo emocional, y nos transmite una información crucial a la hora de comunicarnos con las demás personas: la sonrisa o el llanto.

Las estructuras cerebrales destinadas a las emociones se ubican en regiones subcorticales en un área denominada sistema límbico. Este sistema límbico se desarrolló y complejizó a medida que las especies, especialmente los mamíferos, desarrollaron conductas gregarias. La necesidad de entender a los miembros de una comunidad, relacionarse y comunicarse son la base del desarrollo del sistema límbico y emocional.

Otro aspecto interesante que se debe destacar es la diferencia que señaló Howard Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples: existe una inteligencia interpersonal y otra intrapersonal. La inteligencia interpersonal es aquella que nos permite comunicarnos de manera más eficaz, leer las emociones de los demás y establecer acciones para fomentar la interrelación. Por otro lado, la inteligencia intrapersonal es la capacidad del individuo de entender sus propias emociones y saber gestionar su conducta en base a estas. 

Parece bastante evidente que todo esto es más complejo y debe de educarse.

Ahora bien, antes no se proponía una educación emocional. Esto se debía a que la educación emocional estaba implícita dentro de la comunidad en la que vivía el individuo: el sentido común. Dentro de una comunidad, como un vecindario, un barrio, una ciudad o incluso un país, Los miembros tienden a mantener conductas adaptadas a esa comunidad. Puede ser por normas, hábitos, leyes, costumbres, etc. Esto facilita el sentimiento de pertenencia y favorece el equilibrio emocional, así como la existencia de lo que se conoce como “sentido común”.

Sin embargo, el aumento demográfico y el acceso a las nuevas tecnologías inhiben el desarrollo de ese sentimiento de pertenencia. Es decir, existen varios “sentidos comunes”. En el caso de los adultos, que tienen una personalidad ya formada, no es un problema. Por otro lado, en el caso de los niños y jóvenes, que no disponen de una personalidad formada, sí que puede llegar a ser un problema. Esta ausencia de sentido común puede fomentar la aparición de una personalidad disgregada, poco estructurada, fragmentada, que en última instancia supondrá la aparición de trastornos psicológicos.

En definitiva, resulta muy necesario fomentar la educación emocional, en especial entre los menores de edad.

Sin querer entrar en grandes pormenores, lo primero que se debe de fomentar es el desarrollo del juicio crítico orientado para identificar sí las situaciones que vivimos resultan agradables o desagradables, placenteras o molestas. En un siguiente paso, se instruirá a los jóvenes en relación a las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, ira, asco, sorpresa, amor, entre otras. Finalmente, el nivel más elevado consiste en describir exactamente los sentimientos que las personas van presentando en cada una de las situaciones en las que aparecen. 

Otro aspecto fundamental que se debe de educar radica en que, ante las emociones, suele producirse una reacción tanto fisiológica, motora, y cognitiva (pensamientos), que pueden llevar a reacciones y conductas. Se ha de ayudar a los jóvenes a que sean capaces de emitir respuestas adaptadas a las emociones que viven. Por ejemplo, ante la ira buscar soluciones pacíficas en lugar de agresivas.

Dedicar tiempo a la educación emocional de los menores de edad es una inversión para que ganen salud y evitar la aparición de trastornos mentales. 

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