El exhibicionismo digital en tiempos de la inteligencia artificial

El exhibicionismo digital en tiempos de la inteligencia artificial

El ser humano es un animal gregario y social. Por estas características, disfrutamos llamando la atención de forma positiva de otros seres humanos. Sentir que lo que hago, lo que he visto o lo que vivo resulta interesante para otras personas resulta satisfactorio. Por ejemplo, sobre mis vacaciones, me encanta compartir las imágenes con mis allegados, relatar las experiencias que he vivido, contar lo que he comido, explicar las ciudades y monumentos que he visitado… Que alguien nos diga la suerte que tenemos de visitar un lugar, que comenten qué aspecto delicioso tiene un plato o lo estupendamente bien que se nos ve en una fiesta hace que nos sintamos bien. 

La aparición de las nuevas tecnologías, especialmente de las redes sociales, nos ha permitido llegar a muchos más contactos. Ya no son decenas nuestros conocidos, parientes y allegados. Ahora son cientos o miles los conocidos o incluso desconocidos que nos siguen. Esto ha permitido un aumento de la cantidad de interacciones que podemos recibir. 

Además, en un mundo dominado por la inmediatez de las comunicaciones en que apenas se desarrolla la paciencia para leer o escribir, hemos sustituido los comentarios por simples “likes”. Y, como ya hemos dicho, recibir aprobaciones nos gusta. 

Algunas personas sientan más necesidad de aprobación o de reafirmarse, y tienden a compartir más contenido digital. Y, en algunos casos, esta costumbre se convierte en una necesidad. Así surge la adicción a la aprobación. Ya no disfruto de mis experiencias. Necesito que los demás me den comentarios positivos en mis comunicaciones. Y cuantas más interacciones reciba, mejor me siento, y considero que mi experiencia ha sido mejor. 

Todo esto, en mayor o menor medida se “cuece” en el interior de alguien que presenta un caso de exhibicionismo digital. Hace ya varios años que se viene hablando sobre este tema. Este concepto hace referencia a la manera en la que ciertas personas desarrollan el hábito impulsivo de compartir su vida a través de las redes sociales. Se convierte para ellos en una necesidad el compartir el plato de comida de un restaurante, la playa en la que toman el sol, los conciertos a los que acuden, la ropa que utilizan…

Como si de una serie se tratase, en la que nos encontramos que en la siguiente temporada hay más actores, las tramas resultan más complicadas o que existen nuevos desafíos, surge en el panorama de las redes sociales y el exhibicionismo la Inteligencia Artificial (IA).

Que las máquinas acaben pensando es algo tanto de la literatura de ciencia ficción como un pensamiento de filósofos, matemáticos y científicos en general. Sin embargo, los avances están desarrollando numerosas herramientas, cada vez más completos. Por ejemplo, existen programas que leen cientos de páginas de información y son capaces de resumirla. Otros ayudan a los médicos en la detección de enfermedades. Muchos verifican cantidades ingentes de datos, facilitando la toma de decisiones, prediciendo modelos climáticos… En general, usos que resultan interesantes porque alivian el trabajo humano.

Pero, a lo largo del último año, la IA ha hecho su aparición en las redes sociales. Por ejemplo, a través de programas que son capaces de escribir textos, de gran calidad, ofreciendo tan sólo unas ideas. Textos en escasos minutos, que parecen escritos por humanos. Otros nos permiten organizar unas vacaciones y son capaces de, en unos pocos minutos, recabar información de destinos, horarios, comunicaciones… Otros programas permiten, de manera automática, modificar videos, usando nuestro rostro o el de otra persona. También permiten modificar y retocar imágenes o incluso crear imágenes de gran calidad, atendiendo a nuestras indicaciones. 

¿Cómo puede afectar todo esto al exhibicionismo digital? Pues podríamos mostrar en nuestros perfiles de las redes sociales una vida llena de mentiras. Por ejemplo, podríamos escribir, gracias a la IA, un texto sobre lo maravilloso que es tener la jardinería como afición, sin saber absolutamente nada al respecto. Podríamos modificar un video de otra persona o generado, con nuestro rostro, recortando los setos o trasplantando una maceta. Podríamos crear un hermoso jardín, con nosotros dentro, e indicar qué bien lo cuidamos… ¡Todo ello viviendo en un piso de 50 metros cuadrados! Y, seguramente, nadie se daría cuenta. 

Pero ¿en qué medida, estas mentiras nos permitirían vivir de manera más feliz, con un bienestar pleno? ¿Qué satisfacción nos ofrecería tener una “segunda vida” irreal, fantástica e imposible en ese multiverso digital al que vamos llegando? ¿Cómo se verá afectada la salud psicológica? ¿Cómo serán las relaciones sociales en un mundo inventado? Sin lugar a dudas, todas estas preguntas serán contestadas en poco tiempo. 

A modo de ejemplo, lo que aparece a continuación es la contestación ofrecida por uno de tantos programas que escriben en función de lo que le preguntamos. En este caso, he pedido un texto sobre el exhibicionismo digital en tiempo de la inteligencia artificial. Copio integra su contestación. ¿Qué os parece?

El exhibicionismo digital es un fenómeno cada vez más común en la era de la tecnología y las redes sociales. A través de plataformas como Facebook, Twitter, Instagram y TikTok, las personas pueden compartir sus vidas en línea y mostrar sus pensamientos, sentimientos y actividades a una audiencia global.

La inteligencia artificial (IA) también está en auge y se está utilizando cada vez más en diversas áreas, desde la atención médica hasta el marketing. La combinación de exhibicionismo digital e IA puede tener tanto beneficios como desventajas.

Por un lado, la IA puede analizar grandes cantidades de datos de exhibicionismo digital para comprender mejor a las personas y adaptar sus experiencias en línea. Por ejemplo, los anuncios publicitarios pueden personalizarse para cada individuo en función de su historial de navegación y preferencias, lo que puede mejorar la eficacia de los anuncios y aumentar la tasa de conversión.

Por otro lado, el uso de IA también puede tener consecuencias negativas en términos de privacidad y seguridad. La IA puede recopilar información personal sin el conocimiento o consentimiento de los usuarios, lo que puede llevar a la exposición de datos sensibles y la vulnerabilidad a ataques cibernéticos. Además, la IA también puede ser utilizada para engañar a los usuarios y manipular sus decisiones.

En conclusión, el exhibicionismo digital y la inteligencia artificial son dos tendencias crecientes en el mundo tecnológico. Si bien pueden ofrecer beneficios significativos, también es importante considerar los riesgos y limitaciones asociados con su uso. Es crucial que las empresas y usuarios tomen medidas para proteger la privacidad y seguridad de los datos personales en línea y para garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable.

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