Muchas veces escuchamos que los fármacos son testados y probados en una población, que pasan por muchas fases y que han de ser aprobados para su comercialización y uso. ¿Sucede lo mismo con las pruebas psicológicas?
Pues en parte, sí.
Las pruebas psicológicas no se crean de la noche a la mañana. Pasan por muchas fases, lo que supone un largo periodo de tiempo de años. Normalmente comienzan cuando un psicólogo o equipo detecta la necesidad de medir alguna conducta o aptitud, como puede ser la inteligencia o la velocidad de lectura, la depresión o la personalidad.
Un equipo de profesionales se pone manos a la obra: definen exactamente qué quieren medir, para qué, de qué manera… Revisan otras pruebas similares, rebuscan en las investigaciones anteriores, leen manuales y teorías de autores previos… Consideran los costes de realizar la prueba, valoran los medios necesarios, el tiempo, la población, el método científico a usar, las variables estadísticas a considerar… Y si se superan todas estas fases, prosiguen adelante.
Normalmente, para crear una prueba psicológica se requiere una población, es decir una cantidad de personas. Esta población ha de cumplir unos requisitos previos necesarios. Se empieza aplicando varias pruebas pequeñas e incompletas, que poco a poco se van ajustando y completando. Se miden resultados y se realizan cálculos estadísticos bastante complejos.
Posteriormente, cuando la prueba está bien planificada, se aplica en una población mayor, con más individuos. A veces sólo unos cientos, otras veces, miles. Esto es vital, para lograr una prueba fiable. Se vuelven a tomar medidas y comprobar los resultados. Se comparan con otras pruebas similares que ya se usaran previamente y que hubieran sido probadas con anterioridad.