Resulta evidente que el tiempo pasa: los días se convierten en noche, la luna pasa por fases diferentes, al verano le sigue el otoño, etc. También el tiempo hace que las frutas maduren, que los alimentos se corrompan o que las personas envejezcan. Sin embargo, ¿qué es el tiempo?
La RAE define el tiempo como una “magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro”. Los científicos, en aras de poder medir el paso del tiempo han desarrollado instrumentos y unidades de medida, que han ido variando y evolucionando a lo largo del tiempo.
Los primeros relojes fueron el sol y la luna. También la deriva de los planetas por el firmamento o el paso de las estaciones. En las antiguas civilizaciones como Babilonia o Mesopotamia, el paso del tiempo era un aspecto fundamental, que marcó las creencias y los cultos religiosos.
Fueron los egipcios los que dividieron el día en 24 horas, 12 diurnas y 12 nocturnas. Los romanos a su vez dividieron las horas en minutos (“pars minuta prima” o parte diminuta primera) y segundos (“pars minuta secunda” o parte diminuta segunda).
Pronto las culturas clásicas se percataron de un problema: la duración de los días no es constante. La tierra gira sobre sí misma, a lo largo de un eje vertical que atraviesa los polos. Este es el movimiento de rotación. La consecuencia principal es la alternancia día-noche. La tierra también gira alrededor del sol, como decía Copérnico. Sin embargo, no lo hace siguiendo una circunferencia, sino una elipse. La consecuencia de este movimiento son las estaciones. Otro hecho destacable es que el eje de la tierra presenta una inclinación de unos 23.5º. La combinación de estos 2 movimientos (rotación y traslación) y de esta inclinación (oblicuidad de la elíptica) es el motivo por el que la duración de los días no es la misma todo el año ni en todos los lugares del planeta.
Mientras que en el ecuador de la tierra los días y las noches son más o menos constantes todo el año (días y noches de 12 horas) y apenas existen alternancia de estaciones, en los polos se alternan un periodo de luz de 6 meses seguido de otro de oscuridad de otros 6 meses, lo que da lugar básicamente a dos estaciones: verano e invierno.
A medida que la tierra se fue cartografiando y colonizando, se hizo necesaria la organización del tiempo. Así, en 1884 se seleccionó el Meridiano de Greenwich como el primer meridiano: la tierra quedó dividida en 24 meridianos o husos. Esto dio lugar a la aparición del Greenwich Mean Time (GMT), un estándar para medir el tiempo. Es frecuente la notación am y pm (antemeridiano y postmeridiano). Así quedó establecido el tiempo civil de manera que un día dura 24 horas de 60 minutos cada una y se fue implantando un Sistema de Huso Horario Mundial, motivado principalmente para unificar los horarios de los transportes. En 1925 se consideró que la GMT debía modificarse, y se estableció el estándar UT (Horario Universal). Finalmente, en 1972 se modifican los estándares y se establece la UTC (Universal Time Coordinated), basada en el tiempo atómico universal. Es el estándar actual.
En España, se promulgó el RD de 26 de julio de 1900, por el que se adoptaba el horario referido al meridiano de Greenwich. De hecho, en 1917 se realiza en Francia en primer planisferio de husos horarios mundial y España se ajustaba al huso de Gran Bretaña o Francia, adoptando el “Horario de Europa Occidental” (WET), frente al “Horario de Europa Central” (CET), al que pertenecían los países Escandinavos y los de centro Europa.
Tras la Guerra Civil, y motivado por una tendencia de unicidad horaria europea (Francia lo había implantado un año antes), se decreta la Orden de 7 de marzo de 1940, por la que la hora legal se adelantaba 1 hora, pasando a pertenecer España a la franja horaria de los países de centro Europa (CET). El Bando Republicano ya había hecho esto previamente, en 1938. Esta Orden, que iba a ser transitoria, ha perdurado hasta nuestros tiempos.
En España, la Guerra Civil (1936-1939), sufrir los efectos colaterales de la 2ª Guerra Mundial (1939-1945) y la Dictadura de Franco (1939-1975) han provocado un distanciamiento cada vez mayor en cuanto a las costumbres Españolas de los siglos anteriores y respecto al resto de Europa. Por ejemplo, mientras que los horarios europeos marcan el almuerzo en torno a las 12-13 horas, en España se sitúa en torno a las 14 horas. La cena en Europa es a las 20 horas, mientras que es raro encontrar en nuestro país alguien que cene antes de las 21 horas. Con la hora de acostarse sucede algo parecido: no es frecuente que en España alguien se acueste antes de las 23 o incluso las 24 horas. En toda Europa se duerme desde hace varias horas antes.
La pega principal de estos horarios, tan nuestros, es la dificultad para conciliar la vida laboral y familiar, unas costumbres de sueño muy desajustadas, horarios que no favorecen una alimentación adecuada…
Se ofrecen dos soluciones: Cambiar el huso horario, igualarlo al de Londres o Portugal, manteniendo el horario de verano (aumentando 1 hora en la época estival), o mantener el huso horario de centro Europa quitando la modificación del horario de verano.
Respecto a la primera alternativa, la situación actual de Europa, tras la disgregación del bloque comunista y la inclusión de nuevos países del este a la zona Euro, sugiere la revisión de los horarios. En 1999, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó la Recomendación 1432, por la que invita a los gobiernos de España, Francia, Holanda, Luxemburgo y Bélgica a considerar el restablecimiento de una hora oficial que corresponda a su huso horario, es decir, el UTC-0 (propio de Gran Bretaña). Con esta opción, la sensación que tendríamos sería que las mañanas son más largas, y al llegar el periodo estival, las tardes se hacen más largas, igual que sucede actualmente. Como aspectos positivos, al alargar las mañanas, regularíamos los horarios vespertinos, adelantando las horas de cena y de acostarse. Como aspectos negativos, seguiríamos teniendo que adaptarnos al cambio horario estival.
La segunda opción, que consiste en dejar el horario actual, quitando el cambio de hora en verano, supondría una adaptación más sencilla, ya que no habría que modificar el horario nacional. Sin embargo, seguiríamos teniendo el desfase con Canarias. Por otro lado, al no cambiar el horario en verano, no deberíamos hacer cambios de ningún tipo en los relojes a lo largo del año, pero los días (sobre todo las tardes) en periodo estival no serían tan larga.
A título personal, la solución que consideramos más adecuada es mantener los horarios como hasta ahora, pero modificar las costumbres horarias, adelantando la cena, lo que permitiría realizar actividades lúdicas-deportivas tras la cena. También hay que adelantar la hora de acostarse, especialmente para los niños y jóvenes. Igualmente, sería estupendo reducir el tiempo para el almuerzo, a 30-60 minutos, de manera que la jornada laboral finalizara antes. Además, hay que buscar conciliar la vida familiar y de ocio con las actividades laborales: esto debe llevarse a cabo en cada puesto laboral.
Se recomienda encarecidamente leer este artículo: http://www.fomento.es/NR/rdonlyres/4EDBC646-BC69-4EC0-9F74-DB0C2E1EF781/120583/pere2013.pdf
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