El juego es un derecho infantil

El juego es un derecho infantil

En el lenguaje popular, la frase “estoy depre” es similar a estoy triste, decaído o abatido. Esta depresión común, que todos padecemos en ocasiones, tiene su origen en la percepción personal de que en mi vida faltan situaciones o cosas placenteras y divertidas, y que existen demasiadas situaciones o cosas displacenteras o desagradables.

Si al concluir el día hacemos un balance, la cantidad de hastío y desagrado total debe ser inferior al nivel de diversión y placer. En caso contrario comenzamos a sentirnos mal, y en su grado máximo puede llegar a darse un trastorno depresivo. Esto sucede para los adultos, pero también para los menores de edad.

La principal fuente de placer y diversión de los niños, especialmente los más pequeños proviene del juego. Este juego lúdico, el jugar por jugar, sin normas o reglas impuestas, aporta numerosos beneficios, pero sobre todo dota al niño de la capacidad de desconectar de sus obligaciones. Si un niño no juega, es fácil que refiera estados de ánimo depresivo, tristeza, abatimiento, irritabilidad, etc.


Todas los días, incluso entre semana, los niños han de disponer de al menos 30 minutos de total libertad. Esta libertad para jugar debe ser una norma indiscutible, un derecho de los niños en sus casas. Sobre ese mínimo tiempo, los adultos podemos interactuar y dar más o menos tiempo en función de las tareas, los resultados escolares o las conductas del niño.


 

Lo importante es que, ese rato de juego sea un momento que el niño espere con impaciencia, sea su rato de esparcimiento y diversión. Este rato de tiempo libre no es compensable, de manera que, por ejemplo, si hoy no has podido disfrutarlo, mañana te doy el doble. Tampoco es intercambiable por otras actividades.

Para poder disponer de este tiempo, es imprescindible que los padres organicen los horarios de los niños, programen las actividades generales, extra escolares, lúdicas, alimentarios y de aseo, de manera que haya tiempo para todas ellas, sin generar en los niños sensación de apremio, saturación, sobrecarga o saturación.

Haciendo esto nuestros hijos crecerán felices, dejando aparte los males de nuestro tiempo: ansiedad y depresión.

En Psicosol somos especialistas en la gestión del tiempo, y ofrecemos a los padres toda la ayuda para organizar las tardes familiares con eficacia.

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